La economía estadounidense espera un tercer trimestre más fuerte que el segundo, lo que debería contribuir a que el crecimiento del producto interior bruto (PIB) para el conjunto de 2012 quedase por encima del 2,0%. Después de un fuerte inicio de año en el que la marcha económica se vió alentada por una climatología anormalmente benigna, la actividad cayó en unos meses de letargo.
La desaceleración del segundo trimestre fue, empero, algo menor de lo que se preveía, mientras que la habitual revisión de julio de las cuentas nacionales, retocó seis décimas a la baja el crecimiento de 2010, dejándolo en un 2,4%, y movió ligeramente al alza el avance de 2011 hasta el 1,8%. Por su parte, los últimos indicadores de ingresos, consumo y sector exterior apuntan a un ligero incremento de la actividad en la segunda mitad de año.
Todo ello no debe hacer olvidar la precariedad de la expansión. La consolidación fiscal sigue siendo una asignatura pendiente, con un déficit público que en el primer trimestre de 2012 fue de un 8,7% del PIB para el conjunto de las administraciones, y con unos ajustes fiscales previstos para 2013 que, incluso suponiendo acuerdos de republicanos y demócratas en las dos cámaras legislativas que mitiguen sus efectos, podrían sustraer más de un 1,0% de crecimiento en el PIB del año próximo.
Asimismo, la recuperación del mercado de trabajo avanza con excesiva lentitud, la de la vivienda se encuentra en un estadio preliminar y el sector manufucturero titubea. Con todo, el producto interior bruto (PIB) del segundo trimestre creció un 0,4% intertrimestral -un 2,2% interanual-, gracias a un consumo que, pese a ralentizarse, mostró un claro fondo de resistencia y a una inversión en equipo que aceleró más de lo que se esperaba.
De cara al tercer trimestre, el principal factor de reactivación es la recuperación que han tenido los ingresos en mayo y junio. En este periodo, la renta disponible de los hogares creció en términos reales a un ritmo anual del 4,0%, por encima del gasto de consumo y doblando la cadencia de avance que se había dado entre febrero y abril. Esta recuperación de los ingresos ya está teniendo sus efectos en el consumo.
Así, el comercio minorista se recuperó en julio después de tres meses de retrocesos, con unas ventas al por menor que, sin los fluctuantes coches ni gasolina, crecieron un 3,6% interanual. Asimismo, la confianza de los consumidores invirtió en julio su tendencia bajista, con un índice del Conference Board que ganó tres puntos para instalarse en el nivel de los 65,9 puntos y con visos de seguir al alza en los próximos meses.


