El primer parámetro que modifica el paisaje regional es la emergencia, desde hace diez años, de un polo chino, un polo de poder y proyección hiperactiva. Después de décadas de apertura y reformas, la economía y la sociedad chinas se fueron fueron transformando, pero las ambiciones chinas en la región no se hicieron evidentes hasta la crisis de 1997; esta crisis no provocó, solamente, que estas ambiciones fueran necesarias (convirtiéndola a en el motor de economías exsagües), sino que también legitimó el hecho de que China tomara la responsabilidad de lanzar iniciativas en materia diplomática y geoestratégica. China, al ver que tenía una gran oportunidad, se atavió con las mejores intenciones, una diplomacia “pacífica y responsable” y una estrategia a la vez sólida y determinada para avanzar los peones y ejercer una influencia firme en el Sudeste Asiático.
El desenlace de la crisis en Myanmar en septiembre-octubre de 2007 es un claro ejemplo de esta influencia ineludible, pero también otros ámbitos ilustran la maniobra de acercamiento a la región de China, como el aumento regular de los intercambios comerciales o la subida de las inversiones chinas en el Sudeste Asiático. El Sudeste Asiático ha recuperado con el tiempo una proximidad satelizada con China, que incide indudablemente en su propio desarrollo.

 

El segundo parámetro que llama la atención del observador es la fragilidad de los equilibrios políticos nacionales: las sorpresas (desagradables) no han desaparecido y la volatilidad de la escena interior es sorprendente. Después de haber iniciado una serie de reformas, intentado modificar las reglas del juego y ampliar los reclutamientos políticos


después de las manifestaciones de verano de 1997 y primavera de 1998, los estados se enfrentaron a resistencias espontáneas u organizadas que, a veces, acabaron con los que tenían mejores intenciones. La situación en Tailandia es en este aspecto preocupante, ya que los avances constitucionales llevados a cabo en noviembre de 1997 fueron revocados por el ex primer ministro Thaksin Shinawatra (2001-2006), derrocado en septiembre de 2006 antes de que sus tenientes generales volvieran al poder después de las elecciones de diciembre de 2007. A diferencia de las “tres décadas gloriosas” (1967- 1997), que pudieron materializarse gracias a la estabilidad “forzada” de los regímenes autoritarios, la incertidumbre está al orden del día y aplaza el retorno de la confianza, sobre todo por parte de los socios occidentales. La modernidad política es todavía un objetivo a largo plazo en la zona.

El tercer parámetro estructural es la (re)aparición de las divisiones y el comunitarismo. Mientras que durante las “tres décadas gloriosas”, el horizonte de esperanza prometedor  permitía borrar las diferencias para construir naciones “modernas”, hoy las sociedades parecen tener dificultades para proyectarse conjuntamente en un futuro nacional; las características distintivas (étnicas, religiosas…) vuelven a ser prioritarias 


En todas partes, desde Tailandia a Timor-Leste, aumenta la presión sobre las uniones que mantienen cohesionada a la sociedad hasta llevarlas a un punto cercano a la ruptura.


Además, la instrumentalización con fines ideológicos de estas tensiones (sobre todo referente a la  manipulación” de los grupos musulmanes integristas por esferas de influencias radicales mundiales) plantea un problema político y de seguridad mayor.

La última tendencia importante es la reanudación de la búsqueda de un marco de cooperación regional ya sea dentro de la ASEAN (que el 20 de noviembre de 2007 creó una Carta sensiblemente prudente pero que tiene el mérito de existir), o en la multiplicación de los acuerdos de libre comercio entre países de Asia Oriental. Lo interesante en este proceso es que, a pesar de los acercamientos regionales, los cambios políticos al estilo de Europa, se retrasan: ¡la construcción regional en Asia Oriental discurre por caminos sorprendentes

Esta lista de parámetros, no muy exhaustiva, nos recuerda la volatilidad de esta situación, diez años después de los disturbios que azotaron la región: indica la incapacidad del Sudeste Asiatico para proyectarse de nuevo hacia el futuro y estructurarse en consecuencia. La crisis ha mostrado verdaderas debilidades que no han sido tratadas con la seriedad y perseverancia necesarias. En estas condiciones, el Sudeste Asiático navega entre el progreso y la inquietud

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