Todo lo dicho hasta ahora indica que va a ser cada vez más necesario complementar la calidad de los contenidos con la calidad de la forma de presentarlos. Todos hemos tenido la experiencia de no entender una información que se nos presentaba en un gráfico, o de no ser capaces de utilizar un dispensador de billetes en una estación de tren.  En muchas ocasiones, una forma brillante de presentar una información multiplica enormemente la comprensibilidad de la misma. Valgan aquí unos ejemplos:
– Cualquiera que haya estudiado estará de acuerdo en que la comprensión de algo tan tremendamente complejo como las interacciones entre determinadas partículas elementales se facilita tremendamente mediante unos sutiles gráficos, los “diagramas de Feynman”.

– Uno puede hacerse la pregunta de si el modelo de Porter sobre ventajas competitivas de una organización ha tenido tanto éxito por “lo que” dice o por “cómo” lo dice… Porque el modelo se deriva del sentido común más común… y sin embargo, es una de las ideas del management moderno que más se ha repetido en las revistas de la disciplina. ¿No será que ha tenido tanto éxito porque el gráfico es fácil de entender, transmite mucho más que las palabras, y además es fácil de recordar y de transmitir a otro?
– Quien haya tenido la posibilidad de comparar los mapas de los metros de diversas ciudades del mundo, estará de acuerdo en las grandes diferencias que hay entre ellos, desde la claridad de algunos de ellos hasta la nula comprensibilidad de la mayoría.
– Cualquiera que tenga hijos en una determinada franja de edades habrá comprobado lo difícil que resulta en algunos casos ayudarles a montar sus juguetes, puesto que parecen estar diseñados para que un ingeniero espacial ponga a prueba sus habilidades en el descifrado de puzzles infinitos, mientras que hacerlo con algunos, como los de Lego, resulta un verdadero placer gracias a las muy claras instrucciones de montaje.
Sobre la presentación eficiente de información trata la disciplina del “diseño de información”. En un libro introductorio sobre el tema, Jacobson (1999) señala que ésta es una disciplina emergente, encrucijada de profesiones muy distintas, en la que ni siquiera existe todavía un acuerdo sobre sus objetivos, sus contenidos, su nomenclatura o sus metodologías.

Sin embargo, parece claro que el diseño de información persigue puntos como los siguientes:
1. Presentar información eficientemente será cada vez mas importante en un mundo con exceso de información, o, al menos, con exceso de información no estructurada de acuerdo con nuestras necesidades. Será preciso adoptar mecanismos que permitan aumentar la comprensión de la información por parte del receptor en la menor cantidad de tiempo. Sin aceptación del valor del mensaje por parte del potencial receptor no habrá proceso informativo, y por tanto, la información no conseguirá su objetivo. Así, tan importante como estructurar la información para que tenga un sentido, será diseñar la “experiencia de transmisión” de información al receptor.
2. Para conseguir la eficiencia en la transmisión de información, será preciso gestionar inteligentemente la tensión entre la pulsión estética (imágenes “bonitas») y la pulsión técnica (imágenes con densidad informativa). Los diseñadores tiran de un lado y los ingenieros del otro. Sólo conseguirán sus correspondientes objetivos si se llega a un equilibrio entre ambas visiones.
3. Sean cuales sean las tecnologías que desarrollemos para codificar mejor la información, o sea, sea cual sea la excelencia en el diseño informacional, debemos recordar que al final siempre nos debemos enfrentar al cuello de botella de nuestros sentidos. O sea, quizás podemos poner mucha información en poco espacio, de manera elegante y a la vez efectiva, pero si estamos saturados, o poco motivados, o simplemente cansados, el mensaje no será captado. Disponemos de tecnologías increíbles para condensar información en poco espacio físico, pero para transformar esa información en conocimientos en nuestro cerebro no hay más remedio que disponer de tiempo para leerlo y asimilarlo.
4. Para que un mensaje llegue, es fundamental que se motive al potencial receptor. O sea, para
comunicar hay que captar la atención del potencial receptor y, por tanto, hay que seducirlo. Entender el proceso de comunicación como un proceso de seducción no es nuevo (véase lo conseguido en los medios de comunicación o en el cine), pero sí que lo es utilizar lo conocido
en otros campos de la comunicación para la emisión eficiente de información. En este camino, tendremos que entender que las imágenes pueden tener un rol que va más allá del de meros soportes de las palabras, o sea, que tienen verdadera potencia semántica, eso sí, si están bien elaboradas. El problema es que nadie nos enseña a mostrar ideas mediante imágenes, una deficiencia más del sistema educativo actual.
Nos deberían enseñar, pues, a “dar forma” a los datos para convertirlos en información que pueda transformarse en conocimientos en nuestra mente. Debemos aprender a “in-formar” (dar forma) los datos, como bien nos indica la raíz etimológica de la palabra información…

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